Ver y pensar
El tránsito por el mundo hace el viaje del buscador, el ser creativo. Al alba le sorprende, encuentra la caja oscura, la ve iluminarse de manera imprecisa y actúa sobre su rostro, su boca, sus ojos y su mente. La naturaleza le habla, le explica cómo es, cómo fue y cómo podría ser. Le dice con la luz del sol: –el flujo de las transformaciones induce a “ver” cómo surgen los enlaces y se reproducen, cómo florece el anillo de la unión y la necesidad de “pensar” los matices del mundo.
La creación del universo es un concepto impreciso, un nudo filosófico, pero el fárrago conceptual lo maneja como gozo estético. Trabajar para aprender, Ver y Pensar, observar el Proceso Creativo y contemplar la Realidad Estética ha sido un salmo gratificante. Examinar una vaina repleta de semillas es ver una matriz fértil; un devenir que espera emerger y reproducirse. Ella habla por nuestra boca, deja un murmullo y desprende pinceladas de poesía que esperan atención. Lo que conmueve de la semilla es el soplo de su instante: despierta, florece, se reproduce y muere. Parece que lo oculto no existe, pero intuimos que de la materia ausente emana lo que vemos. Percibimos que el espíritu de la planta es bello y se acopla a los ojos manso y dolido. La puerta del misterio está en ella, lo oculto permanece y ahí se piensa o se sueña en la laguna de la semejanza. Misterio temible que canta en todas partes y, al Ver y Pensar, la aureola que desprende nos deja absortos. Ella habla, escucha y calla, está unida al paisaje, pero se observa fragmentada y aparece entre cascajos, espejos rotos que forman emociones, experiencias y pensamientos.
Algunos enlaces mentales quedan en las obras, los buscamos, son conceptos complejos, pero transferibles y forman el patrimonio permanente de la mirada. Pensamos que todo lo que recibimos hace al Ser: experiencia estética que forma, informa, deforma, abruma, comunica y evoluciona. Las manos instruyen y construyen la obra, ella pregunta y las palabras ayudan a entender el silencio. La caja de la experiencia escucha: – No hablaré nunca más. Callar es el mejor testimonio, pero el lenguaje fluye y se renueva para entender el enigma del cambio y la infección vírica del suceder. El escultor encuentra el espacio de trabajo y allí aparece la obra. Escribe sobre el agua, en el aire o en el frondoso azul del cielo, es tarea que emociona, se entiende-extiende, ilumina y confunde. Buscar en lo intangible-espiritual, no es tarea fácil.
La naturaleza es misteriosa, sorprendente y estética, no podemos evitar su influjo para desvelar el misterio. La dualidad es la ventana metafórica más simple que hacemos servir los oficiantes; el frío habla del calor y del vapor de lo permanente. Toda relación con el mundo es sensual, y toda entrega con la totalidad es erótica, un erotismo místico del que emana el placer y el sentido de vivir comprometido. Ver lo invisible y pensar lo impensable, reclama fuerza inspirada, irracional: es el camino del buscador. La verdad sólo es un señuelo, siempre estamos atraídos por un mecanismo contradictorio y universal; la luz presenta, complace y emociona, la sombra niega el amanecer. Seduce la presencia de los contrarios, la fascinación por lo desconocido y el proceso de cambio. El orden en la búsqueda ayuda a entender lo complejo: la libertad encuentra los atajos fértiles. La alianza nace de la necesidad, del juego entre la vida y la muerte; encaje fino del azar que hurga silencioso entre el cuerpo y el alma. En ocasiones, la obra se hace experiencia luminosa, teofanía de taller y renuncia a lo evidente, es la que descuida la técnica y la clara luz del sentido.
